A veces el corazón avisa, pero lo hace en silencio. Un malestar en el pecho que va y viene, una sensación extraña de cansancio, un sudor frío sin motivo aparente. Muchos pacientes llegan a la consulta contándome que lo dejaron pasar, convencidos de que era algo sin importancia… hasta que no lo fue.
El infarto de miocardio no siempre aparece con el clásico dolor opresivo en el pecho. En ocasiones se presenta de forma sutil, con síntomas que confunden y que hacen perder un tiempo muy valioso. Y ese tiempo, en cardiología, lo es todo.
Por eso quiero explicarte cómo se manifiesta un infarto, qué síntomas pueden pasar desapercibidos y por qué no todos los corazones avisan igual. Entender estas señales no busca alarmarte, sino ayudarte a reconocer cuándo tu cuerpo te está pidiendo que pares y busques ayuda médica de inmediato.
¿Qué es un infarto de miocardio?
El infarto agudo de miocardio (IAM) es una urgencia médica que se produce cuando el flujo sanguíneo que irriga una parte del corazón se interrumpe de forma súbita. Esta obstrucción impide que el miocardio, el músculo cardíaco, reciba el oxígeno y los nutrientes que necesita para funcionar correctamente.
En la mayoría de los casos, la causa es la rotura de una placa de ateroma dentro de una arteria coronaria. Estas placas están formadas por colesterol, lípidos y células inflamatorias que, con el tiempo, se acumulan en las paredes arteriales. Cuando se rompen, el organismo reacciona formando un trombo (coágulo) que bloquea total o parcialmente el paso de la sangre.
Como consecuencia, la zona del corazón que depende de esa arteria entra en isquemia, es decir, sufre por falta de oxígeno. Si la circulación no se restablece en poco tiempo, las células del miocardio comienzan a morir, dando lugar a la necrosis miocárdica. Esta muerte celular es la que define el infarto propiamente dicho.
Desde el punto de vista clínico, el daño puede variar según la extensión del tejido afectado, la arteria implicada y el tiempo que transcurra hasta recibir atención médica. Por eso, identificar los síntomas de un infarto en sus primeras fases es fundamental para limitar las secuelas y preservar la función del corazón.
Principales síntomas de un infarto
El corazón suele avisar, pero no siempre de la misma forma. Reconocer los síntomas de un infarto a tiempo puede marcar la diferencia entre un susto y una urgencia vital. Aunque cada paciente puede manifestarlos de manera distinta, existen una serie de signos clínicos que deben ponernos en alerta.
El síntoma más característico es el dolor torácico de tipo opresivo o constrictivo, localizado generalmente en el centro del pecho o en el lado izquierdo. Muchos pacientes lo describen como una presión intensa, un peso o una sensación de ardor que no mejora al cambiar de postura ni al respirar profundamente. Puede durar más de unos minutos o desaparecer y regresar.
Este dolor puede irradiarse hacia el brazo izquierdo, el cuello, la mandíbula, la espalda o la boca del estómago. En algunos casos, se asocia a una sensación de disnea o dificultad para respirar, especialmente al mínimo esfuerzo o incluso en reposo.
Otros síntomas frecuentes incluyen:
- Sudoración fría y profusa, sin causa aparente.
- Náuseas, vómitos o mareo, especialmente en pacientes mayores.
- Debilidad o sensación de desmayo inminente.
- Fatiga inexplicable o decaimiento, que puede aparecer horas o días antes del evento.
Conviene recordar que no todos los infartos cursan con dolor torácico intenso. En algunos casos, especialmente en personas mayores o con diabetes, el infarto puede ser silente o presentarse únicamente con malestar general, sensación de falta de aire o cansancio extremo.
Si alguno de estos síntomas aparece de forma súbita, no debe esperar a ver si se pasa. Cada minuto cuenta. Cuanto antes se restablezca el flujo sanguíneo al miocardio, mayor será la posibilidad de salvar músculo cardíaco y evitar complicaciones graves.

Diferencias entre los síntomas de infarto en hombres y en mujeres
El infarto agudo de miocardio no presenta una sintomatología uniforme. Aunque el mecanismo fisiopatológico es el mismo (una obstrucción coronaria que priva al músculo cardíaco de oxígeno), la forma en que se manifiestan los síntomas puede variar significativamente entre hombres y mujeres.
Comprender estas diferencias ayuda a acortar el tiempo de reacción y evitar diagnósticos tardíos, especialmente en mujeres, donde los signos suelen ser más sutiles.
Síntomas de infarto en hombres
En los hombres, el cuadro clínico suele ser más típico y reconocible. Los síntomas más frecuentes incluyen:
- Dolor torácico opresivo o constrictivo, localizado en el centro del pecho, que puede durar varios minutos o ser intermitente.
- Irradiación del dolor hacia el brazo izquierdo, el cuello, la mandíbula o la espalda.
- Sensación de peso o ardor retroesternal, como si “algo aplastara el pecho”.
- Dificultad para respirar (disnea), especialmente con el esfuerzo o incluso en reposo.
- Sudoración fría y pegajosa, sin relación con la temperatura ambiente.
- Náuseas o sensación de mareo, en ocasiones acompañadas de vómitos.
- Ansiedad intensa o miedo a morir, un síntoma frecuente en eventos agudos.
Estos signos suelen ser más evidentes y llevan antes al paciente a buscar asistencia médica. No obstante, no todos los infartos en hombres cursan con dolor torácico. En algunos casos, el síntoma principal puede ser una disnea súbita o una sensación general de debilidad extrema.
Síntomas de infarto en mujeres
En las mujeres, el infarto puede manifestarse de manera atípica o poco específica, lo que retrasa su identificación. Aunque el dolor centrotorácico sigue siendo el síntoma fundamental en mujeres, es muy frecuente que se presente con características distintas a las del patrón clásico. De hecho, un alto porcentaje de mujeres con infarto no refiere el dolor torácico opresivo típico, lo que contribuye a un diagnóstico más tardío y a un mayor riesgo de complicaciones.
Los síntomas más habituales en ellas son:
- Cansancio o fatiga intensa e inexplicable, incluso en reposo.
- Disnea o sensación de falta de aire, sin dolor torácico claro.
- Molestia o presión en la parte alta del abdomen o zona epigástrica, que puede confundirse con una indigestión.
- Dolor en la espalda, cuello, mandíbula o ambos brazos, sin localización precisa.
- Mareos, náuseas o vómitos, más frecuentes que en los hombres.
- Palidez, sudor frío y debilidad generalizada, que pueden parecer síntomas de ansiedad o hipoglucemia.
En muchas ocasiones, las mujeres tienden a minimizar o atribuir los síntomas al estrés o al cansancio, retrasando la búsqueda de atención médica. Ese retraso puede aumentar el daño miocárdico y las complicaciones posteriores.

Por qué existen estas diferencias
Existen varios factores fisiológicos y hormonales que explican esta disparidad:
- Las mujeres presentan con mayor frecuencia enfermedad microvascular coronaria, en la que los vasos pequeños del corazón no funcionan correctamente, aunque las arterias principales estén limpias.
- La protección estrogénica antes de la menopausia modifica la forma en que se manifiesta la isquemia cardíaca.
- También influyen diferencias en la percepción del dolor y en la respuesta autonómica ante el estrés.
Además, las mujeres pueden desarrollar infartos sin obstrucción coronaria significativa (MINOCA), donde el flujo se ve comprometido por espasmos coronarios o disfunción endotelial más que por trombos evidentes. Este tipo de cuadro, aunque menos típico, tiene el mismo potencial de daño que un infarto clásico.
Síntomas de angina inestable o «preinfarto»
Antes de un infarto agudo de miocardio, el corazón suele enviar señales previas que, si se reconocen a tiempo, pueden evitar un daño mayor. A este cuadro se le conoce como angina inestable o “preinfarto”, y representa una fase de alarma en la que las arterias coronarias ya están seriamente comprometidas, pero aún no se ha producido necrosis miocárdica.
¿Qué ocurre en la angina inestable?
Durante la angina inestable, se produce una reducción intermitente del flujo sanguíneo al miocardio. Generalmente, la causa es la rotura parcial de una placa de ateroma con la formación de un trombo no oclusivo, o un espasmo coronario que estrecha temporalmente la arteria.
El resultado es un desequilibrio entre la demanda y el aporte de oxígeno al músculo cardíaco, lo que provoca episodios de isquemia transitoria sin llegar aún a necrosis.
Esta situación puede prolongarse durante horas o días antes del infarto, y requiere valoración médica urgente, ya que el riesgo de progresión a un infarto completo es muy elevado.
Síntomas más frecuentes de la angina inestable
A diferencia del infarto agudo, los síntomas del «preinfarto» suelen aparecer y desaparecer. Reconocerlos es clave para evitar una evolución fatal. Los más característicos son:
- Dolor o presión en el pecho que aparece con el esfuerzo, el estrés o tras una comida copiosa, y mejora con el reposo.
- Episodios repetidos de dolor torácico en pocos días, cada vez más intensos o prolongados.
- Molestia torácica en reposo, especialmente durante la noche o al despertar.
- Disnea de esfuerzo o fatiga inusual, sin causa aparente.
- Palpitaciones o sensación de irregularidad en el pulso.
- Sensación de opresión que se irradia al cuello, mandíbula, hombros o brazos.
En muchos casos, los pacientes describen el preinfarto como “una molestia que va y viene”, diferente al dolor constante del infarto agudo. Sin embargo, esa aparente intermitencia no debe tranquilizar: cada episodio implica que el miocardio está sufriendo por falta de oxígeno.
¿Qué hacer si experimentas estos síntomas de infarto o «preinfarto»?
Ante la presencia de síntomas compatibles con angina inestable:
- Detener cualquier actividad física y mantener reposo.
- Llamar inmediatamente al 112 o acudir al servicio de urgencias más cercano.
- No conducir ni esperar a que los síntomas remitan por sí solos.
- Si el médico lo ha indicado previamente, tomar nitroglicerina sublingual o ácido acetilsalicílico (aspirina), siempre que no existan contraindicaciones.
El diagnóstico se confirma mediante electrocardiograma (ECG) y análisis de biomarcadores cardíacos (troponinas). En algunos casos, puede requerirse una coronariografía para valorar la magnitud de la obstrucción.
Prevención y seguimiento tras un infarto
Superar un infarto es solo el primer paso. A partir de ese momento, comienza una etapa igual de importante: la prevención secundaria. El objetivo es claro: evitar que el episodio se repita y proteger la función del corazón a largo plazo. Esta fase requiere una combinación de control médico, adherencia terapéutica y cambios sostenidos en el estilo de vida.
El infarto de miocardio no aparece de forma aislada; suele ser la consecuencia de la acumulación progresiva de factores de riesgo que dañan las arterias coronarias. Entre los más importantes se encuentran:
- Hipertensión arterial (HTA): la presión elevada deteriora el endotelio vascular y acelera la formación de placas de ateroma.
- Dislipemia: niveles altos de colesterol LDL y triglicéridos aumentan la probabilidad de obstrucción coronaria.
- Tabaquismo: cada cigarrillo provoca vasoconstricción y favorece la oxidación del colesterol, siendo uno de los factores más agresivos para las arterias.
- Diabetes mellitus: el exceso de glucosa en sangre daña los vasos y multiplica el riesgo cardiovascular.
- Sedentarismo: la falta de actividad física reduce la capacidad cardiorrespiratoria y eleva la tensión arterial.
- Obesidad y dieta inadecuada: una alimentación rica en grasas saturadas, azúcares y sal contribuye a la aterosclerosis.
- Estrés crónico: aumenta la liberación de catecolaminas, que elevan la frecuencia cardíaca y la presión arterial.
Importancia del control de la hipertensión, dislipemia y tabaquismo:
Los tres pilares del seguimiento tras un infarto son el control tensional, lipídico y la abstinencia tabáquica.
La evidencia científica demuestra que mantener la presión arterial por debajo de 130/80 mmHg, reducir el colesterol LDL por debajo de 55 mg/dl y eliminar por completo el tabaco disminuye el riesgo de reinfarto hasta en un 50 %.
- En el caso de la hipertensión, el tratamiento antihipertensivo debe individualizarse, combinando fármacos como IECA, ARA II o betabloqueantes, que además de controlar la presión, mejoran la función ventricular.
- En la dislipemia, el uso de estatinas de alta potencia o combinaciones con ezetimiba es fundamental para estabilizar la placa de ateroma y evitar nuevas rupturas.
- El abandono total del tabaco es una intervención prioritaria. No existen niveles seguros de consumo, y dejar de fumar mejora la oxigenación tisular, la función endotelial y la capacidad de esfuerzo en pocas semanas.
Rehabilitación cardíaca y cambios en el estilo de vida:
Tras un infarto, el corazón necesita tiempo y apoyo para recuperarse. Por eso, la rehabilitación cardíaca forma parte esencial del tratamiento integral. Estos programas combinan ejercicio supervisado, educación sanitaria y apoyo psicológico, siempre bajo control médico.
Los beneficios son múltiples:
- Mejora la capacidad funcional y la resistencia al esfuerzo.
- Reduce la mortalidad y el riesgo de nuevos eventos cardiovasculares.
- Favorece la adherencia a los tratamientos y la autoconfianza del paciente.
Además, es importante adoptar hábitos de vida cardiosaludables, entre ellos:
- Seguir una dieta mediterránea, rica en frutas, verduras, legumbres, cereales integrales, pescado azul y aceite de oliva virgen extra.
- Mantener una rutina de ejercicio regular, al menos 150 minutos semanales de actividad aeróbica moderada, adaptada a cada paciente.
- Controlar el peso corporal y la glucemia, especialmente en diabéticos.
- Dormir adecuadamente y reducir el estrés, factores que influyen en el equilibrio autonómico y la salud cardiovascular.
Cuándo consultar al cardiólogo
No es necesario esperar a sufrir un infarto para acudir al cardiólogo. La valoración médica temprana es la herramienta más eficaz para prevenir eventos cardíacos graves y detectar alteraciones antes de que provoquen daño en el corazón.
Muchos pacientes asocian la visita al especialista únicamente con la presencia de síntomas evidentes, pero en cardiología, el tiempo es un factor decisivo. Identificar a tiempo una hipertensión mal controlada, una dislipemia no tratada o una arritmia silente puede evitar complicaciones serias.
Acudir al cardiólogo permite realizar una evaluación integral del riesgo cardiovascular, que incluye la exploración física, la historia clínica detallada y pruebas diagnósticas específicas como el electrocardiograma, la ecocardiografía o el Holter. Estas herramientas permiten detectar alteraciones en la función eléctrica o estructural del corazón antes de que den síntomas.
De forma general, es recomendable consultar con un especialista en las siguientes situaciones:
- Si se presentan dolor o presión en el pecho, especialmente si aparece con el esfuerzo.
- Si existe falta de aire, palpitaciones o mareos frecuentes.
- En personas con antecedentes familiares de enfermedad coronaria o muerte súbita.
- En pacientes con diabetes, hipertensión o colesterol elevado, aunque estén asintomáticos.
- Como parte del seguimiento tras un infarto o intervención cardíaca previa.

Diversos estudios demuestran que los pacientes diagnosticados en fases tempranas presentan una mortalidad significativamente menor. La detección precoz de una estenosis coronaria, una arritmia o una disfunción ventricular permite iniciar tratamiento médico o intervencionista antes de que el daño sea irreversible.
Además, el manejo personalizado —ajustado al perfil de riesgo y a las características clínicas de cada paciente— mejora la calidad de vida y reduce los reingresos hospitalarios.
La cardiología moderna no solo se centra en tratar, sino en anticiparse. Un control regular, incluso cuando no hay síntomas, puede ser la clave para mantener el corazón fuerte, estable y protegido durante años.
En Albacete, te espero en mi consulta para realizar una exploración completa, con una atención basada en la escucha, la precisión diagnóstica y la cercanía que mereces. Y si vives en la provincia o en localidades cercanas, también puedes pedir tu cita y aprovechar tu visita a la ciudad para cuidar de tu corazón.
Porque cuando se trata de salud cardiovascular, nunca es demasiado pronto para prevenir y siempre puede ser demasiado tarde para esperar.

Colegiado N.º 02/0204061
Licenciado en Medicina por la Universidad de Castilla-La Mancha con Premio Extraordinario Fin de Carrera y especialista en Cardiología formado en el Complejo Hospitalario Universitario de Albacete. Posteriormente se subespecializó en Hemodinámica y Cardiología Intervencionista (programa ACI-SEC).
Durante su trayectoria ha desarrollado una marcada orientación hacia la atención clínica de alta resolución, basando cada consulta en una historia clínica detallada, una exploración física completa y el apoyo de pruebas avanzadas como Holter y ecocardiografía. Su objetivo es ofrecer un diagnóstico preciso y un tratamiento personalizado que mejore la calidad de vida de sus pacientes.